Crónica de un infierno: rentar casa en México

 

Crónica de un infierno: rentar casa en México

Por Amapola González


Es noviembre y busco casa, me queda un mes para encontrarla. Tengo dos gatos negros y un sueldo levemente por encima del promedio, la búsqueda por naturaleza se vuelve más difícil, por no decir imposible.

Los renteros dejan en claro desde el minuto uno que no quieren niños dentro de sus preciosos departamentos, tampoco mascotas. En otras palabras: no aceptan inquilinos que sostengan vínculos con ningún otro ser vivo (a este paso van a dejar de aceptar plantas también).

Todo es caro y pequeño, y lo que es digno en precio, es lejano, periférico. Sueño con otro sueldo, pero despierto con el mismo de siempre. Navego entre departamentos que no puedo pagar pero que con todas mis fuerzas quiero habitar.

Mis amigos empiezan la búsqueda junto conmigo y desinteresadamente envían whatsapps con números, links y fotos que tienen otros números, “mira este”, “igual y aquí sí aceptan gatos”.

Agradezco infinitamente, reviso todos y cada uno de ellos y sigo buscando.

Lo que puedo pagar no me convence, pero esa es la cruz que me tocó cargar por haber nacido clase media. “Too rich to be poor, too poor to be rich” me gusta repetirme a mí misma.

Los Airbnbs y los vacacionistas se lo han llevado todo...


No hace falta soltar muchos datos para que me crean cuando digo que en México el salario promedio es bajo y el precio de la renta es todo lo contrario. Aún así, aquí están unos cuantos: 


Como si el costo de la renta fuera ya poca cosa, los requisitos para lograr ganarse el privilegio de habitar estos espacios muchas de las veces son simplemente absurdos; sobre todo si hablamos de los foráneos que no tienen familiares o contactos que puedan prestar sus nombres para el peor y más tímido de todos los requisitos: el famosísimo fiador con propiedad dentro de la ciudad y libre de gravamen. A eso habría que agregarle hasta uno o dos meses de depósito, carta de recomendación, comprobante de ingresos, investigación y un sin fin de cosas que lo dejan a uno simplemente exhausto. 

Se entiende a la perfección que el rentero sienta la necesidad de protegerse y cuidar su patrimonio, pero también estoy segura de que debe de haber una manera de hacer todo esto más fácil y menos traumático para todos los involucrados. 


Sobre los alquileres para estancias cortas o vacacionales (Airbnb) hay mucho que decir, pero lo más importante es que su llegada al mercado de las rentas ha ido quitando del mapa propiedades que bien pudieran ser ocupadas por todas esas personas que sí habitan la ciudad de manera permanente y que además buscan un lugar decente y bien ubicado donde vivir. 

Ahora más que nunca es muy común ver casas que eran habitadas por familias comunes y corrientes, acondicionadas y anunciadas para ser ocupadas por el primer turista que esté dispuesto a pagar la tarifa completa por vivir una experiencia tal y  como un local lo haría. 

El impacto generado por el auge de este tipo de rentas ha llegado a niveles tan altos que en países como Canadá existen zonas dentro de las ciudades donde no está permitido rentar casas y departamentos bajo este esquema de corto plazo. En ciudades como Toronto se está buscando que estas plataformas de búsqueda de hospedaje regresen propiedades al antiguo modelo de renta tradicional. Y en otras, como Nueva York simplemente se prohibieron las rentas por períodos cortos de tiempo dentro de edificios departamentales.

Este es un claro ejemplo de que el desplazamiento de los habitantes permanentes hacia zonas alejadas del centro de la ciudad, así como el aumento en los precios de la renta no es un fenómeno exclusivamente mexicano, es simplemente una catástrofe que va en aumento en distintos puntos del planeta


Los intentos de regulación en temas de vivienda tanto en Estados Unidos como en Canadá abren la esperanza de que en algún futuro, esperemos no muy lejano, en México también se puedan recuperar las zonas arrebatadas por grandes torres verticales llenos de departamentos sin ocupar, rentas vacacionales, hoteles y centros comerciales que solo encarecen las rentas de las colonias vecinas. Basta ver el fenómeno que se ha dado lugar en Guadalajara durante los últimos años para confirmar que estos intrusos han creado un problema real y bastante tangible.


Hay muchas cosas que pudiéramos intentar hacer para frenar esto. Todavía no sé cuáles ni en qué orden, pero siempre y la más importante de todas es no resignarse a tener que vivir así. 


 
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