Soy una mujer autista: me diagnosticaron a los 28 años
Hace poco descubrí que tal vez puedo ser autista. En ese punto no sabía muy bien qué significaba autismo y cómo es que una persona como yo pudiera serlo.
Tiendo a obsesionarme con temas de mi interés, y de pronto todo a mi alrededor se volvió autismo: leí libros sobre autismo en mujeres, ví videos y hablé con personas dentro del espectro autista para intentar entender lo que me estaba ocurriendo.
Todo comenzó en terapia: hice algunos tests, recibí un diagnóstico y empecé a cuestionar toda mi vida. La mayoría de las personas no entiende por completo que cuando recibes un diagnóstico te cuestionas todo y yo me vi preguntándome si toda mi vida fue una mentira.
Desde muy pequeña me puse una máscara invisible para encajar con personas, situaciones o lugares; en terapia me cuestioné absolutamente todo, reviví toda mi infancia, esa infancia que tanto dolió.
A pesar de esto, por fin todo encajaba: los dolores en mi cuerpo con alguna ropa, mis aleteos, los momentos donde repetía la última frase de todas las personas… pero sobre todo pude entender que nada de esto era mi culpa.
Por años pensé que algo malo pasaba conmigo, en algún momento de mi vida pensé que tenía algún trastorno de personalidad, pero me daba tanto miedo contárselo a alguien, siempre me sentí una impostora en mi propio cuerpo porque no lo podía comprender. Mis amigos contaban chistes que yo no entendía, disfrutaban de fiestas y yo hacía un enorme esfuerzo por pasarla bien, sintiendo escalofríos al escuchar música en volúmen alto. Me sentía terrible cuando tenía que saludar a cualquier miembro de mi familia desde abuelas hasta tíos. Para muchos miembros de mi familia soy una maleducada, pero yo tenía escalofríos cada vez que tocaba a alguien.
Mi terapeuta me preguntó qué sentía ahora que tenía todas mis respuestas a esas dudas y recuerdo que lloré, y ahí fue, en ese momento donde todo colapsó. Pensaba que al saber mi diagnóstico tendría una vida alegre, porque por fin encajaba en un molde y uno de los sueños de mi vida era poder reconocerme como persona, como mujer. Pero por alguna extraña razón no me sentía liberada, no me sentía feliz, una ola de tristeza llegaba a mi alma y simplemente esperé a que esa ola me golpeara.
Mis días se volvieron tristes, no podía dormir, me sentía culpable, mentirosa, y cansada, dormía pero me despertaba por las madrugadas sintiendo una pérdida enorme. Me repetía a mí misma que no pasaba nada que no era la primera vez que me sentía deprimida, pero pronto las cosas cambiaron y en mi mente se sembró una idea, sentía que el mundo estaría mejor sin mí. Toda una semana despertaba y lloraba apenas abría mis ojos, pensaba en las mil y un formas de terminar con mi vida, miraba a mi gato y sentía un profundo pesar.
Por la noche le envié un mensaje a una de mis mejores amigas y le dije -me quiero suicidar-, ahora que pienso en esto, creo que fue la llamada de auxilio que tanto quería pedir pero me avergonzaba tanto, porque eso me haría débil y en esos momentos tenía que ser más fuerte que nunca. Todos decían que yo estaba bien, pero ¿en realidad lo estaba? La respuesta es NO.
Hoy regresé a los antidepresivos, me he tomado el tiempo de procesar todo lo que me ha ocurrido, me doy mis tiempos para procesar cada cosa que ocurre en mi vida, he comprado audífonos silenciadores para poder estar en lugares con mucho ruido o muchas personas.
No puedo decir que estoy bien al cien por ciento o que he encontrado un balance entre vivir con autismo. Soy una mujer autista que recibió su diagnóstico 20 años después. Aún tengo cosas que resolver pero estoy contenta de escribir para ti hoy ¡Aún estoy aquí!